Ayer miércoles, 29 de septiembre de 2010, los sindicatos convocaron a una huelga general contra la llamada ‘reforma laboral’ y otras medidas ‘anti-crisis’ del gobierno del PSOE. Según una información que divulgaba el diario Público, el 77% de los españoles encontraba razones para hacer huelga, pero sólo 1 de cada 5 pensaba secundarla. Con fruición, la prensa de hoy parece confirmar el reducido impacto de la convocatoria.
Si todo eso tiene algo de cierto, si es verdad que, en el momento en que más arrecia la ofensiva contra los trabajadores y las clases populares, la respuesta ha sido aún menor que en ocasiones anteriores, la cosa daría una idea nítida del miedo de la gente.
A lo largo del día, la televisión mostraba que los negocios de ciudadanos chinos en polígonos industriales habían cerrado sin excepción. Eso no lo hacían, se nos decía ante la cámara, por convicción revolucionaria precisamente, sino por temor a los problemas con los piquetes de trabajadores. Pues bien, renunciando a su derecho y acudiendo mansa y dócilmente a sus puestos de trabajo de forma mayoritaria, los ciudadanos españoles han demostrado mucho más miedo a los patronos, al despido y a las represalias laborales, que los chinos a los piquetes. Eso ya supondría en sí mismo una denuncia de la agresividad del sistema y de su grado de explotación sin necesidad de más comentarios.
Celebrando satisfecho el fracaso de la convocatoria, el inefable diario El País explica que la huelga es muy poco moderna y que los sindicatos están obsoletos por intentar defender “unos derechos sociales que no se pueden pagar a la larga”. Le contestaré como le contestó cierta mujer al emperador Adriano. Cuando se dirigió a él, en plena calle, para contarle sus problemas, el emperador pretendió esquivarla diciéndole: “Señora, no tengo tiempo para sus quejas”. Y ella le respondió: “Si no tienes tiempo para mí, entonces no tienes tiempo para gobernar”. Yo le diría a El País que si la Economía no le puede pagar a la gente las bajas de maternidad y las pensiones, el paro, la sanidad y la educación públicas, entonces la Economía no puede pagar nada.
¿Qué clase de lavado de cerebro explica que toleremos un sistema que nos intimida y acoquina y que, a cambio de nuestro servilismo, no nos promete más que abandono y sufrimiento?