miércoles, 11 de marzo de 2009

Yo también soy sub-prime

Incluso para explicar su propio fracaso, el capitalismo enseña los colmillos. Los más correctos y atildados analistas coinciden: el colosal bache económico (o lo que sea) es resultado de las hipotecas llamadas "basura", traducción del producto financiero que en EE UU apodan "sub-prime". Los bancos tuvieron la ocurrencia de ofrecer contratos hipotecarios a indocumentados con una mano delante y otra detrás, y esos muertos de hambre les contagiaron activos tóxicos. ¡Tenía que pasar! Para una vez que el sistema había decidido que hasta los parados podían ser propietarios de algo, aunque sólo fueran los chamizos donde se reproducen y duermen...
Eso no lo hicieron por compasión ni por filantropía de ningún tipo, sino por puro sentido del negocio. Un disparate, dicen ahora. "¡Crraso error!", claman los sesudos analistas. "¡Crrraso errror!", admiten los banqueros, un poco abochornados. ¿A quién se le ocurre prestar dinero a los miserables? ¿Qué réditos espera sacarle a quien está sin blanca?
Esa loca idea ha sido, por lo visto, la causa de nuestro actual dolor de cabeza. Una banca responsable no concede créditos más que a quienes pueden devolverlos, o sea, a los que andan sobrados de cuartos. Eso es negocio sensato en un capitalismo higiénico y sin toxinas.
"¡Los pobres son la causa del fracaso del sistema!", ruge el púlpito. A mi derecha, poniendo cara de asco, un conocido nazi le jalea: "¡Exterminemos a los pobres!"
"Los pobres son la prueba del fracaso del sistema", susurro yo al oído de mi compañero de banco. Tapándose los labios con la mano, Patxi me responde: "¿Y si exterminamos la pobreza?"